En 2017 la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba que consumir carne roja y carne procesada aumentaba las posibilidades de desarrollar cáncer. Una relación que desde OCU hemos intentado aclarar debido al revuelo que levantaron estas afirmaciones.
El problema de esta cuestión radica, principalmente, en que muchas de estas conclusiones sobre la relación entre la ingesta de carne y la incidencia de cáncer se basan en estudios observacionales con criterios muy variados: los grupos de ensayo se forman de un modo u otro en función de quien haga el estudio, lo que en un país se considera carne procesada en otro no lo es, etc. Todo esto hace que los resultados sean muy diferentes, además de difíciles de agrupar e interpretar y que, por tanto, haya que interpretar con cautela.
Actualmente, no existe una evidencia científica firme que establezca una relación causal directa entre el consumo de carne y el desarrollo de cáncer. En todo caso, existe una evidencia científica limitada de que podría elevar ligeramente el riesgo. Esto último depende, además, de otros factores, como la dieta en general, el estilo de vida o la predisposición genética de cada persona.
Tanto la carne roja como las carnes procesadas (embutidos, salchichas, hamburguesas industriales, etc.) están en el punto de mira debido a su composición poco saludable: ricas en grasas saturadas, sal y aditivos si están procesadas, etc
Consumo de carne roja procesada y demencia
Acaba de salir a la luz un estudio realizado en Estados Unidos que ha estudiado la posible relación entre estilos de vida y el riesgo de enfermedades crónicas en más de 10.000 personas durante más de 40 años, que ofrece interesantes conclusiones:
Una de ellas es que un consumo de más de 190 g a la semana de carne procesada se asocia a un 14% más de riesgo de demencia. No se observó un aumento significativo de este riesgo relacionado con el consumo de carne roja no procesada.
También se asoció un consumo de más de 150 g a la semana de carne roja procesada con un riesgo 14% mayor de deterioro cognitivo subjetivo (la persona percibe problemas de memoria y pensamiento antes de que aparezcan en evaluaciones estándar). Este riesgo aumentaba al 16% en el caso de un consumo diario de más de 87 g de carne roja sin procesar (carne de vacuno, ovino y porcino).
En el mismo estudio se ha comprobado que sustituir una ración diaria de carne roja procesada por una ración diaria de frutos secos (sin sal, ni grasas, ni azúcares añadidos) y legumbres se asociaba en una disminución del riesgo de demencia de un 19% . Esta disminución también se observa cuando se recurre al pescado o al pollo como alternativa.
Para poner en su justa medida la magnitud del problema es importante aclarar, que cuando este tipo de estudios hablan de incremento de riesgo se refieren a riesgo relativo. Decir que haber estado expuesto a un determinado factor eleva el riesgo de una enfermedad un 14% respecto a alguien no expuesto no significa que 14 de cada 100 personas expuestas vayan a desarrollar la enfermedad. Imagina que tu riesgo absoluto es de un 1% y te expones a ese factor; en ese caso, tu riesgo absoluto pasa a ser del 1,14%.
Más productos frescos y vegetales en la dieta
La idea no es demonizar estos alimentos, sino que ocupen su lugar en la dieta. Y la carne pasó de ser un complemento en nuestra comida, acompañando legumbres, verduras, arroz, pasta, etc., a convertirse en la protagonista absoluta de nuestros platos.
Consumo de carne: a la baja, pero aún excesivo
A pesar de que en los últimos años ha disminuido su ingesta, en España se consume mucha carne, por encima de las recomendaciones dietéticas.
Según los datos del panel de consumo del Ministerio de Agricultura y Alimentación, hemos pasado de consumir 50,6 kg de carne (fresca y procesada) al año en 2006 a 41,20 kg al año en 2023. Aun así, el consumo medio sigue siendo muy elevado, ya que estamos hablando de 113 g diarios.
De hecho, según el estudio científico ANIBES de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), las carnes y derivados suponen el 33,14 % de la ingesta total de proteínas de una persona de entre 9 y 75 años, lo que equivaldría a 74,5 gramos al día, siendo esta cantidad mayor en varones.
Es por esto por lo que, desde OCU, nuestra recomendación es doble: disminuir la ingesta total de proteínas y sustituir la carne por otras fuentes de proteínas como, por ejemplo, el pescado azul y blanco, las legumbres, los huevos o los lácteos, entre otras. Esto no quiere decir que haya que abandonar por completo la carne, sino que conviene tomar menos y con menor frecuencia, así como decantarse por productos frescos y poco grasos siempre que sea posible.
Cuidado con los procesados
Las carnes rojas procesadas han demostrado sus pocos beneficios en la salud debido a su composición: ricas en sal, grasas saturadas, aditivos, etc.; pero los alimentos procesados, aunque estén elaborados exclusivamente de alimentos de origen vegetal, pueden tener la misma composición y tener el mismo impacto sobre nuestra salud.
Busca alternativas
En definitiva, la clave está en llevar una dieta equilibrada y variada, basada en productos frescos como frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, y con presencia de carne, pescado, huevos y lácteos en cantidades adecuadas. Y dejar los preparados cárnicos (y otros productos procesados) en un segundo nivel.
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